jueves, 9 de febrero de 2012

Pregunta cuántos libros leen los universitarios... Estudian del PowerPoint

Editoriales y colegios bajo la lupa

Frases memorables:
"Los niños entran brillantes a las escuelas, y se gradúan de brutos..."
"Interpretar, cuestionar, es peligroso, pues..."
"El que repite mejor lo que dice el profesor es el que sale aprobado..."
"Estamos en una escuela del siglo XIX..."

Subido por Canchita

miércoles, 8 de febrero de 2012

XXX

sectormatematica.cl

Subido por Canchita.

Un cafecito de cebada con cachanga


Digamos que lo más difícil en la vida es sentarse bien. Estoy convencido que te sientas hasta el queso, que te dejas caer sobre ese sillón que recibe melancólico tus posaderas. A veces te da pena tu columna vertebral, sabes que sufrirás en el futuro, que a lo mejor tendrás que usar bastón, pero no te importa. Estás joven, caracho. Cansado estás que te digan cómo sentarte, cómo peinarte, cómo caminar, cómo vestir. Ya tienes DNI, puedes, si lo deseas, alquilar un cuerpo para apaciguar tus apetitos lujuriosos o intoxicarte con un cigarrito (dos, tres, cuatro cajetillas diarias). Aunque quizá no lo hagas porque piensas que la libertad de la que gozas es demasiado preciosa como para someterla a algún hábito pernicioso, ¿o no? Hay que cuidar la libertad. Pero, sobre todo, hay que demostrar que somos libres incurriendo a alguna clase de anarquía asolapada. Por eso nos desparramamos sobre una silla o sillón o banca o lo que sea, como un costal de papas, con una mesita de centro en medio nuestro con dos tazas vacías. El camarero llega con una tetera que, por lo caliente, todavía la escuchamos silbar. Llena las tazas con el café que jura es de cebada. Ya vengo con las cachangas, dice preocupado, como si se disculpara por ser camarero. No sonríe. Seguramente no es feliz. Trae las cachangas en un plato de porcelana. Ahora sí improvisa una sonrisa y nosotros fingimos alegrarnos con él, por un momento los tres nos hemos vuelto hipócritas. Lo invitamos a tomar asiento. Soy de Cajamarca, nos cuenta, vine para estudiar en la UPeU. Lo miramos seriamente, no sabemos qué decirle. ¿Animarlo? No estaría mal, pero acaso nos anima a nosotros saber que este individuo planea sacrificar (inmolar, más bien) su futuro allí. Le decimos que aunque estudie de externo para que le alcance la plata, tendrá que buscar una pensión autorizada que no son precisamente las más cómodas en lo que a dinero respecta. Para nuestra sorpresa él ya lo sabe y no le importa que lo controlen. Esas pensiones no tienen certificado de Defensa Civil, le digo. El cajamarquino levanta los hombros, y nos dice que no le pasará nada porque él confía en Dios, y luego nos reprende con citas bíblicas que memorizó en su tierra cuando tenía más tiempo para leer y memorizar. Nosotros también confiamos, dijo mi amigo, pero no somos fundamentalistas tampoco, deberás preocuparte por tu vida, un incendió y te mueres. El camarero se ríe, no para, como si le hicieran cosquillas, luego adopta una seriedad que limita con la angustia. Lo que sí me preocupa es no tener plata, confiesa. He juntado para la matrícula y el primer mes, no sé qué hacer, no quiero hacer cola ni perder clases por no pagar. Nos callamos, los tres. Quise decirle que ninguna universidad tiene derecho de impedirnos ir a clases, pero el mutismo me sobrecogió. El silencio parece llevarse toda angustia en el joven camarero y nos dice alegre que le encantó conocernos. ¿Quieres una cachanguita? Sí, gracias. ¿Qué vas a estudiar, mi amigo? Teología, compañero. Terminamos el cafecito. Y salimos del local para embarcarnos en un mototaxi que nos lleve lo más lejos posible de Ñaña. Sin embargo, la nostalgia me aprieta el pecho, pienso en el camarero y en las sonrisas que se obligará a fingir en el porvenir hasta que se le enquisten en el rostro como a sus demás colegas.

Escrito por Taz.