
Digamos que lo más difícil en la vida es sentarse bien.
Estoy convencido que te sientas hasta el queso, que te dejas caer sobre ese
sillón que recibe melancólico tus posaderas. A veces te da pena tu columna
vertebral, sabes que sufrirás en el futuro, que a lo mejor tendrás que usar
bastón, pero no te importa. Estás joven, caracho. Cansado estás que te digan
cómo sentarte, cómo peinarte, cómo caminar, cómo vestir. Ya tienes DNI, puedes,
si lo deseas, alquilar un cuerpo para apaciguar tus apetitos lujuriosos o
intoxicarte con un cigarrito (dos, tres, cuatro cajetillas diarias). Aunque quizá no lo hagas porque piensas que la libertad de la que gozas es demasiado
preciosa como para someterla a algún hábito pernicioso, ¿o no? Hay
que cuidar la libertad. Pero, sobre todo, hay que demostrar que somos libres incurriendo a alguna clase de anarquía asolapada. Por eso nos desparramamos sobre una silla o sillón o
banca o lo que sea, como un costal de papas, con una mesita de centro en medio nuestro con dos tazas
vacías. El camarero llega con una tetera que, por lo caliente, todavía la
escuchamos silbar. Llena las tazas con el café que jura es de cebada. Ya vengo
con las cachangas, dice preocupado, como si se disculpara por ser camarero. No sonríe.
Seguramente no es feliz. Trae las cachangas en un plato de porcelana. Ahora sí
improvisa una sonrisa y nosotros fingimos alegrarnos con él, por un momento los tres
nos hemos vuelto hipócritas. Lo invitamos a tomar asiento. Soy de Cajamarca,
nos cuenta, vine para estudiar en la UPeU. Lo miramos seriamente, no sabemos
qué decirle. ¿Animarlo? No estaría mal, pero acaso nos anima a nosotros saber
que este individuo planea sacrificar (inmolar, más bien) su futuro allí. Le decimos que aunque estudie
de externo para que le alcance la plata, tendrá que buscar una pensión
autorizada que no son precisamente las más cómodas en lo que a dinero respecta. Para nuestra sorpresa él ya lo sabe y no le importa que lo
controlen. Esas pensiones no tienen certificado de Defensa Civil, le digo. El
cajamarquino levanta los hombros, y nos dice que no le pasará nada porque él
confía en Dios, y luego nos reprende con citas bíblicas que memorizó en su tierra cuando tenía más tiempo para leer y memorizar. Nosotros también confiamos, dijo mi amigo, pero no somos
fundamentalistas tampoco, deberás preocuparte por tu vida, un incendió y te
mueres. El camarero se ríe, no para, como si le hicieran cosquillas, luego
adopta una seriedad que limita con la angustia. Lo que sí me preocupa es no
tener plata, confiesa. He juntado para la matrícula y el primer mes, no sé qué
hacer, no quiero hacer cola ni perder clases por no pagar. Nos callamos, los
tres. Quise decirle que ninguna universidad tiene derecho de impedirnos ir a clases, pero el mutismo me sobrecogió. El silencio parece llevarse toda angustia en el joven camarero y nos dice
alegre que le encantó conocernos. ¿Quieres una cachanguita? Sí, gracias. ¿Qué
vas a estudiar, mi amigo? Teología, compañero. Terminamos el cafecito. Y salimos del local para embarcarnos en un mototaxi que nos lleve lo más lejos posible de Ñaña. Sin embargo, la nostalgia me aprieta el pecho, pienso en el camarero y en las sonrisas que se obligará a fingir en el porvenir hasta que se le enquisten en el rostro como a sus demás colegas.
Escrito por Taz.
El primer post de Tertulia, escrito por un escritor anónimo que usó Taz como seudónimo. Y será uno de nuestros columnistas semanales.
ResponderEliminarla verdad hay tantas cosas que pasan en las universidades que dan pena hay mucha burocracia.
ResponderEliminarcachanga es la voz
ResponderEliminarde vuelta a los blogs???? genial me encanta la forma como se narra no se si me agrada el sentido la critica sutil pero eesta bien
ResponderEliminarSiempre es bueno la crítica..
ResponderEliminarÑaña.. es practicamente un pueblo alejado y las personas q viven ahi son cerradas en su forma de pensar y actuar.
ResponderEliminarpobreee estudiar en la upeu que suerte que me fui a tiempo no solo el control es excesivo tambien quieren obligarte a los cultos y muchas cosas que he visto que decepcionan.
ResponderEliminarme gusta como esta escrito presentar lo que pasa dntro de esa universidad de manera inteligente
ResponderEliminar:O
ResponderEliminarestá bueno.
como dice es un pasquin y su funcion es joder jejeje esta chevere. saludos y exitos con el blog.
ResponderEliminarlas pensiones las autorizan con criterios estupidos!!!!! un temblor y se mueren todos adentro de esas pensiones de pasadizos angostos y mal iluminados!!!! el colmo!!!!!!1
ResponderEliminarsatírico, buena.
ResponderEliminarla nostalgia me aprieta el pecho, pienso en el camarero y en las sonrisas que se obligará a fingir en el porvenir hasta que se le enquisten en el rostro como a sus demás colegas.
ResponderEliminarMe gusta.